Caminante si hay camino...en Santiago de Compostela

Este año me jubilé y era condición desde tiempos inmemoriales el que cuando ocurriera éste hecho me decidiera a hacer el Camino de Santiago, así que ya era la hora.
Me preparé un poco para la ocasión y también me informé por todos los medios a mi alcance de los problemas que pudieran surgir. Al final llegó el día y junto a una amiga emprendí la aventura de recorrer 200 Km. a pie, no los 800 correspondientes que hemos decidido dejar para otra ocasión, pero si con mochila incluida, albergue compartido para dormir y procurando olvidar las comodidades a las que estamos acostumbradas.

Hay que seguir la flecha amarilla siempre, buscarla, en los arboles, en el suelo, en las piedras, siempre buscar la flecha. Hemos seguido la flecha amarilla por parajes verdaderamente de ensueño, bosques verdes y frondosos, vacas, muchas vacas... y los residuos correspondientes. Agua también, pequeños riachuelos. Aunque se quejan los gallegos que hace tiempo que no llueve como debiera. Hemos comprobado que la gente es muy amigable y generosa en desearte “buen camino” aunque lo deben repetir infinidad de veces al día y cada día.
También hemos comprobado que hay una gran parte de caminantes que vienen de todo el mundo, te cruzas con ingleses, alemanes, italianos, americanos, canadienses y también nos cruzamos con australianos. Japoneses no muchos, pero también vimos. Gente mayor y joven, solos o en pareja, grupos de amigos, con bicicleta, a caballo, hay para todos los gustos. Y al final haces amistad con todos, porque comprenden tu esfuerzo que es el mismo que ellos tienen. Y se alegran cuando llegas a la próxima etapa porque también es la suya.
Es posible que te adelanten pero en un momento dado se pararán y entonces tu les adelantaras y al final nos volveremos a ver en el pueblo del final de la etapa, para comentar las diferentes vicisitudes que cada uno ha vivido.
En un momento dado nos encontramos con 32 vacas de frente y nos quedamos petrificadas, pero ellas tan acostumbradas a los caminantes cruzaron por delante de nosotras sin hacernos ni el menor caso.
Y después de muchos días de esfuerzos, cansancio, calor, por fin vislumbras a lo lejos las torres de la Catedral desde el monte del Gozo, pero aún te faltan casi 7 km. para llegar, que se hacen interminables por la ansiedad del momento.
Pero todo tiene un final y llegas a la plaza del Obradorio y no puedes reprimir la emoción del reto conseguido. Han terminado las penalidades. Lo has conseguido, te sientes la más grande del universo porque LO HAS CONSEGUIDO, a pesar de todos los que te tachaban de inconsciente y a pesar de ti misma que tenias serias dudas de conseguirlo.
Luego viene lo siguiente, que es conseguir la Compostelana para lo que tienes que hacer cola, naturalmente. E ir a la misa del peregrino en la que te nombraran como que has llegado al final, desde donde has empezado y de que sitio eres. Pero también es satisfactorio, porque es como un reconocimiento de tu esfuerzo, y como somos humanos nos alegra que se nos reconozcan los méritos.

Yo se que no es una gran hazaña como “al filo de lo imposible” y programas por el estilo que dan en la tele, pero para mi ha sido una de les aventuras mas espectaculares que he hecho en mi ya larga vida, y les deseo a todas las personas que tengan la intención de empezarlo “BON KAMINO”.

Conchin Olcina, grupo de los Empollones


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